Día Internacional de la Enfermera: Estudio de caso de la semana

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17 Marzo 2020
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Ayuda en catástrofes tras un terremoto: Haití

Autor: Benedikt Van Loo

IND Haiti

Soy enfermero anestesista registrado y certificado holandés, titulado en anestesiología, atención a pacientes con traumatismos y sedación profunda mediante propofol. En mi carrera ha habido muchos momentos y pacientes que me han conmovido pero recuerdo una experiencia en concreto que fue muy especial.

En 2010 se produjo un fuerte terremoto en Haití. Todo el mundo envió ayuda de distintas formas, en particular personal médico y logístico, ayuda militar, ayuda logística, alimentos y dinero. A nuestro departamento de anestesiología se le preguntó si podía constituir un equipo médico humanitario que volara hasta allí para organizar la ayuda médica y nuestros directivos pidieron voluntarios. Yo me apunté y fui elegido para ir con el primer grupo.

Nos llevó algo de tiempo organizar las cosas antes de poder marcharnos. Tardamos aproximadamente una semana en constituir el equipo, darle la información pertinente y organizar el equi-pamiento. Después volamos a Puerto Príncipe, la capital de Haití.

Uno de nuestros cirujanos residentes para traumatismos había llegado unos días antes que nosotros y había localizado un lugar donde establecer el ‘campamento base’, un pequeño hospital antiguo que había sido abandonado pero que era perfecto para nosotros. Montamos una tienda de campaña para realizar valoraciones previas, dos quirófanos, una sala de reanimación, así como un almacén para nuestro equipamiento, una sala para pequeñas intervenciones y, por supuesto, una sala para tomar café. En 36 horas, el ‘Hospital Notre Dame de Lourdes’ estaba preparado para funcionar y podía comenzar a recibir pacientes.

La población de Haití tardó un poco en acudir a nosotros. Justo después del terremoto muchos pacientes habían sufrido amputaciones para salvarles la vida, lo cual provocaba que numerosas personas tuvieran miedo de ir al hospital por la posibilidad de perder un brazo o una pierna. Cuando se dieron cuenta de que no se realizaban amputaciones a no ser que fueran absolutamente necesarias, el flujo de pacientes empezó a ser constante. Por suerte, las personas que vivían en los alrededores del hospital ofrecían distintos tipos de ayuda, en particular seguridad y protección, además de cocinar y ayudar a limpiar. Los haitianos son muy resilientes y no dejábamos de admirarles.

Ayudamos a muchas personas pero tengo un recuerdo muy vivo de una paciente: una niña de quince años que estaba en su casa cuando se derrumbó aplastándole una pierna bajo los escombros. Su padre se había dirigido a varios equipos médicos para pedirles ayuda pero todos querían amputarle la pierna.

Como yo hablo francés, uno de nuestros cirujanos de traumatismos que había visto a la paciente me llamó para que tradujera. El padre me suplicó de rodillas que le salvara la pierna a su hija. Era una misión casi imposible. Finalmente, tras considerar la situación detenidamente decidimos intentarlo. Optamos por colocarle un fijador externo en la pierna y tener a la niña con nosotros en el hospital a la espera de un buen desenlace. Era muy complicado pero técnicamente la operación había sido un éxito. La cuestión era cómo evolucionarían las cosas. Cuando la chica estuvo en reanimación hablé con su padre para explicarle que había sido difícil pero que había ido bien. No podíamos predecir cómo irían las cosas con la pierna y solo había una posibilidad pequeña, muy pequeña, de que todo saliera bien para su hija. Quizá fuera necesario terminar amputando pero no podíamos saberlo en ese momento. Si se recuperaba bien, seguro que iba a necesitar un bastón para caminar.

El hombre nos miró, sonrió y comenzó a llorar mientras nos besaba las manos al cirujano y a mí diciendo: ‘Que Dieu vous bénisse’, que Dios les bendiga.

Pasados siete días, parecía que las cosas empezaban a ir bien y el hombre se llevó a su hija a lo que quedaba de su hogar en ruinas. No sé cómo acabaría la historia pero sospecho que la niña terminaría perdiendo la pierna. Sin embargo, aún recuerdo cómo su padre nos tomó de la mano y nos dio las gracias.

La misión humanitaria en Haití es una de las experiencias que más celebro de mi carrera. Hicimos un buen trabajo y ayudamos a la población. El pueblo haitiano tocó nuestras vidas. ‘Que Dieu vous bénisse’, Haití.

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